Seguramente muchos, al menos alguna vez,
nos hemos preguntado sobre si nosotros mismos o las personas que nos rodean nos
comportamos de la misma forma ante unas determinadas personas que ante otras.
Es decir, si solemos actuar igual cuando estamos con nuestra pareja, amigos,
familia o compañeros de trabajo o, para cada caso en concreto, variamos nuestra
“forma de ser”. En definitiva, como nos presentamos al resto.
El enfoque dramatúrgico de Edwin
Goffman, por ejemplo, defiende que el individuo es un actor que trata de
ofrecer una apariencia de un self, un carácter ante el público. Por decirlo de
forma más reglada, las personas necesitan la capacidad de controlar la
autopresentación (verbal y no verbal) para propiciar las imágenes que desean en
los ojos de sus espectadores.
Esta misma pregunta se hizo Mark Snyder
desarrollando un concepto llamado autoobservación (self-monitoring),
a mi juicio muy interesante. Para afrontarlo, intentó identificar categorías de
personas que difirieran consistentemente en el grado en que podían ejercer
control, y lo ejercían, sobre su autopresentación verbal y no verbal.
Con frecuencia, en las situaciones
sociales las personas tienen que elegir la forma de presentarse ante los demás,
de tal forma que éstas:
- ¿Deben marchar a su
propio ritmo y decir lo que piensan, expresar sus sentimientos y revelar
sus verdaderas personalidades?, o
- ¿Deben tomar el pulso
a sus entornos sociales y adoptar las posturas públicas que transmitan
exactamente la imagen adecuada de sí mismas?
Según la teoría de la autoobservación,
una persona en un contexto social trata activamente de construir un patrón de
conducta adecuado a ese contexto, basándose en dos fuentes de información
fundamentales:
- La información sobre
aspectos concretos situacionales e interpersonales de lo adecuado de una
conducta.
- La información sobre
sentimientos, actitudes y disposiciones internas u otros atributos
personales.
Las personas difieren en el grado en que
se basan en una u otra fuente de información. Así, según Snyder:
- Las personas altas
en autoobservación controlan mucho más las imágenes del self que
proyectan en la interacción social, actuando de modo distinto según su situación
y audiencia y creando apariencias públicas que pueden estar respaldadas o
no por la realidad privada del “yo real”.
- Las personas bajas
en autoobservación, sin embargo, no están preocupadas por evaluar
constantemente el ambiente social y tienen una conducta bastante
consistente, expresan lo que realmente piensan y sienten, aun cuando eso
signifique estar a contracorriente en su medio social.
En principio, no hay una postura mejor o
peor que otra, pero cada una de ellas tiene ciertas implicaciones que es
interesante que veamos. Así:
Los sujetos altos en autoobservación
emplean su acopio de información para hacer que su imagen pública coincida con
las circunstancias sociales utilizando técnicas de manejo de impresiones:
palabras y actos escogidos no tanto por lo que dicen sobre actitudes y
sentimientos privados, sino por su valor táctico para crear apariencias. De tal
forma que estén en “consonancia
con su ambiente”. No obstante, esto no significa que sean personas
conformistas siempre, ni mucho menos, sino que sólo lo serían cuando actúan en
medios que especifican que la conformidad es una conducta situacionalmente
adecuada. Sin embargo, en aquellas circunstancias en las que el ambiente
normativo favorezca la autonomía, estas mismas personas pueden actuar de manera
independiente, autónoma y no conformista, tal como harían las personas bajas
en autoobservación, que se comportarían siempre así, independientemente del
contexto.
Aunque la orientación alta en
autoobservación puede dar a las personas flexibilidad y capacidad de adaptación
para enfrentarse a los diversos roles sociales, este modo de vida puede tener
sus costes, tal que:
- Los altos en
autoobservación pueden crear brechas y contradicciones entre sus
actitudes y sus actos.
- Los bajos en
autoobservación, en cambio, son excelentes en el campo de la
correspondencia entre actitudes privadas y conductas públicas (congruencia
entre lo que creen y lo que hacen).
Este aspecto pronostica cómo de
consistente y predecible será la conducta entre altos y bajos en
autoobservación, siendo los segundos mucho más predecibles que los primeros, en
torno a 3 veces más. Además, parece ser que los bajos en autoobservación son
más proclives a resolver disonancias cognitivas cuando aparecen conflictos entre
actitudes y conductas de forma tal que se produzca un cambio actitudinal, hecho
que no sucede con los altos en autoobservación, los cuales, no se preocupan por
estas discrepancias y están relativamente poco afectados por esa incongruencia.
Por otra parte, algo que me ha resultado
muy llamativo es la relación existente entre autoobservación y los círculos
de amistad. Los investigadores han descubierto que la orientación de la
autoobservación de las personas (alta o baja) explica la forma de seleccionar
amigos que adoptan. Así:
- Los bajos en
autoobservación eligen pasar su tiempo con amigos que les gustan
mucho, tienden a vivir en mundos sociales bastante homogéneos, en los que
el contacto entre amigos resulta fácil por el hecho de que éstos tienden a
ser semejantes.
- Los altos en
autoobservación tienen a pasar su tiempo con amigos que son muy
diestros compañeros de actividades, tienen a vivir en mundos sociales más
bien separados en compartimentos, eligiendo a ciertos amigos sólo para
ciertas actividades y permitiendo rara vez el solapamiento entre amistades
diferentes.
Así, mientras que los altos en
autoobservación elegirían a un amigo para hablar de algo personal, y a otro
para salir de marcha, en función de cuán diestros fueran en cada uno de estos
ámbitos, los bajos en autoobservación elegirían a la misma persona para
ambos casos.
Este hecho también define los estilos
de amistad de tal forma que el mundo social de los altos en
autoobservación es un mundo dividido, diferenciado y segmentado, en el que
los amigos se escogen a partir de cualificaciones especiales en los roles que
desempeñan y, de hecho, escogen a otras personas que también sean altas en
autoobservación como amigos íntimos. Esto llega incluso hasta cómo, en función
de si uno es alto o bajo en autoobservación, entiende el significado de la
amistad, de forma que:
- Los altos en
autoobservación definen ésta mediante las propiedades de las
actividades a las que se dedican con los demás: los amigos se evalúan
según su adecuación como compañeros de actividades concretas, alguien con
quien se hace ésto o aquéllo.
- Para los bajos en
autoobservación la amistad parece definirse mediante las propiedades
de las personas con las que se pasa el tiempo: los amigos se evalúan en
función de la semejanza con uno mismo y el afecto que inspiran. En otras
palabras: un amigo es alguien que te aprecia y al que aprecias.
Finalmente, el constructo de Snyder ha
sido criticado en algún punto. El que a mí me parece más interesante es la
crítica que hace referencia a la diferenciación establecida dentro de los altos
en autoobservación entre altos asertivos y defensivos en función de cuáles
son los objetivos que guían sus autopresentaciones, no contemplado por
Snyder. En concreto:
- Los altos asertivos
se caracterizan por ser sujetos con la capacidad para crear la imagen del
self más conveniente en cada situación, caracterizado por las habilidades
de autopresentación.
- Los altos
defensivos, en cambio, se caracterizan por ser inseguros, y buscar
activamente la aprobación y el soporte de los demás y cuya
autopresentación se dirige a no arriesgarse a que dejen de quererle.
Bibliografía:
Avia, M.D. y Sanchez-Bernardos, M.L.
(1995). Personalidad: aspectos cognitivos y sociales. Madrid, Ediciones
Pirámide.
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