domingo, 20 de mayo de 2012

El fenómeno de la autoobservación (self-monitoring)


Seguramente muchos, al menos alguna vez, nos hemos preguntado sobre si nosotros mismos o las personas que nos rodean nos comportamos de la misma forma ante unas determinadas personas que ante otras. Es decir, si solemos actuar igual cuando estamos con nuestra pareja, amigos, familia o compañeros de trabajo o, para cada caso en concreto, variamos nuestra “forma de ser”. En definitiva, como nos presentamos al resto.

El enfoque dramatúrgico de Edwin Goffman, por ejemplo, defiende que el individuo es un actor que trata de ofrecer una apariencia de un self, un carácter ante el público. Por decirlo de forma más reglada, las personas necesitan la capacidad de controlar la autopresentación (verbal y no verbal) para propiciar las imágenes que desean en los ojos de sus espectadores.

Esta misma pregunta se hizo Mark Snyder desarrollando un concepto llamado autoobservación (self-monitoring), a mi juicio muy interesante. Para afrontarlo, intentó identificar categorías de personas que difirieran consistentemente en el grado en que podían ejercer control, y lo ejercían, sobre su autopresentación verbal y no verbal.
Con frecuencia, en las situaciones sociales las personas tienen que elegir la forma de presentarse ante los demás, de tal forma que éstas:
  • ¿Deben marchar a su propio ritmo y decir lo que piensan, expresar sus sentimientos y revelar sus verdaderas personalidades?, o
  • ¿Deben tomar el pulso a sus entornos sociales y adoptar las posturas públicas que transmitan exactamente la imagen adecuada de sí mismas?
Según la teoría de la autoobservación, una persona en un contexto social trata activamente de construir un patrón de conducta adecuado a ese contexto, basándose en dos fuentes de información fundamentales:
  1. La información sobre aspectos concretos situacionales e interpersonales de lo adecuado de una conducta.
  2. La información sobre sentimientos, actitudes y disposiciones internas u otros atributos personales.
Las personas difieren en el grado en que se basan en una u otra fuente de información. Así, según Snyder:
  • Las personas altas en autoobservación controlan mucho más las imágenes del self que proyectan en la interacción social, actuando de modo distinto según su situación y audiencia y creando apariencias públicas que pueden estar respaldadas o no por la realidad privada del “yo real”.
  • Las personas bajas en autoobservación, sin embargo, no están preocupadas por evaluar constantemente el ambiente social y tienen una conducta bastante consistente, expresan lo que realmente piensan y sienten, aun cuando eso signifique estar a contracorriente en su medio social.

En principio, no hay una postura mejor o peor que otra, pero cada una de ellas tiene ciertas implicaciones que es interesante que veamos. Así:

Los sujetos altos en autoobservación emplean su acopio de información para hacer que su imagen pública coincida con las circunstancias sociales utilizando técnicas de manejo de impresiones: palabras y actos escogidos no tanto por lo que dicen sobre actitudes y sentimientos privados, sino por su valor táctico para crear apariencias. De tal forma       que estén en “consonancia con su ambiente”. No obstante, esto no significa que sean personas conformistas siempre, ni mucho menos, sino que sólo lo serían cuando actúan en medios que especifican que la conformidad es una conducta situacionalmente adecuada. Sin embargo, en aquellas circunstancias en las que el ambiente normativo favorezca la autonomía, estas mismas personas pueden actuar de manera independiente, autónoma y no conformista, tal como harían las personas bajas en autoobservación, que se comportarían siempre así, independientemente del contexto.

Aunque la orientación alta en autoobservación puede dar a las personas flexibilidad y capacidad de adaptación para enfrentarse a los diversos roles sociales, este modo de vida puede tener sus costes, tal que:
  • Los altos en autoobservación pueden crear brechas y contradicciones entre sus actitudes y sus actos.
  • Los bajos en autoobservación, en cambio, son excelentes en el campo de la correspondencia entre actitudes privadas y conductas públicas (congruencia entre lo que creen y lo que hacen).
Este aspecto pronostica cómo de consistente y predecible será la conducta entre altos y bajos en autoobservación, siendo los segundos mucho más predecibles que los primeros, en torno a 3 veces más. Además, parece ser que los bajos en autoobservación son más proclives a resolver disonancias cognitivas cuando aparecen conflictos entre actitudes y conductas de forma tal que se produzca un cambio actitudinal, hecho que no sucede con los altos en autoobservación, los cuales, no se preocupan por estas discrepancias y están relativamente poco afectados por esa incongruencia.

Por otra parte, algo que me ha resultado muy llamativo es la relación existente entre autoobservación y los círculos de amistad. Los investigadores han descubierto que la orientación de la autoobservación de las personas (alta o baja) explica la forma de seleccionar amigos que adoptan. Así:
  • Los bajos en autoobservación eligen pasar su tiempo con amigos que les gustan mucho, tienden a vivir en mundos sociales bastante homogéneos, en los que el contacto entre amigos resulta fácil por el hecho de que éstos tienden a ser semejantes.
  • Los altos en autoobservación tienen a pasar su tiempo con amigos que son muy diestros compañeros de actividades, tienen a vivir en mundos sociales más bien separados en compartimentos, eligiendo a ciertos amigos sólo para ciertas actividades y permitiendo rara vez el solapamiento entre amistades diferentes.
Así, mientras que los altos en autoobservación elegirían a un amigo para hablar de algo personal, y a otro para salir de marcha, en función de cuán diestros fueran en cada uno de estos ámbitos, los bajos en autoobservación elegirían a la misma persona para ambos casos.

Este hecho también define los estilos de amistad de tal forma que el mundo social de los altos en autoobservación es un mundo dividido, diferenciado y segmentado, en el que los amigos se escogen a partir de cualificaciones especiales en los roles que desempeñan y, de hecho, escogen a otras personas que también sean altas en autoobservación como amigos íntimos. Esto llega incluso hasta cómo, en función de si uno es alto o bajo en autoobservación, entiende el significado de la amistad, de forma que:
  • Los altos en autoobservación definen ésta mediante las propiedades de las actividades a las que se dedican con los demás: los amigos se evalúan según su adecuación como compañeros de actividades concretas, alguien con quien se hace ésto o aquéllo.
  • Para los bajos en autoobservación la amistad parece definirse mediante las propiedades de las personas con las que se pasa el tiempo: los amigos se evalúan en función de la semejanza con uno mismo y el afecto que inspiran. En otras palabras: un amigo es alguien que te aprecia y al que aprecias.
Finalmente, el constructo de Snyder ha sido criticado en algún punto. El que a mí me parece más interesante es la crítica que hace referencia a la diferenciación establecida dentro de los altos en autoobservación entre altos asertivos y defensivos en función de cuáles son los objetivos que guían sus autopresentaciones, no contemplado por Snyder. En concreto:
  • Los altos asertivos se caracterizan por ser sujetos con la capacidad para crear la imagen del self más conveniente en cada situación, caracterizado por las habilidades de autopresentación.
  • Los altos defensivos, en cambio, se caracterizan por ser inseguros, y buscar activamente la aprobación y el soporte de los demás y cuya autopresentación se dirige a no arriesgarse a que dejen de quererle.

Bibliografía:
Avia, M.D. y Sanchez-Bernardos, M.L. (1995). Personalidad: aspectos cognitivos y sociales. Madrid, Ediciones Pirámide.


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