jueves, 24 de mayo de 2012

El fenómeno de la mera exposición


Hoy os voy a hablar de un efecto, llamado  efecto de la mera exposición, que se puede catalogar tanto en psicología social como en psicología de la emoción. En psicología social, se incluye dentro de la formación de actitudes (que se definen como el grado positivo o negativo con que las personas tienden a juzgar cualquier aspecto de la realidad) basada en información afectiva.

El efecto de la mera exposición fue descrito de forma experimental en los años 60 por Robert Zajonc, un psicólogo de la universidad de Stanford, que observó que se produce un aumento de la preferencia por un estímulo tras la exposición repetida a dicho estímulo. Dicho de otro modo, se pueden formar actitudes sin necesidad de emparejar unos estímulos con otros, basta con presentar un estímulo repetidas veces para que acabe por gustar, y esto sucede incluso cuando las personas no reconocen haberlo visto con anterioridad.

Este efecto puede explicar, por ejemplo, como al escuchar una canción en la radio, la primera vez no os dice mucho, pero que tras sucesivas ocasiones en que la vuelven a poner, ésta os empieza a gustar más y más.

Hay varias explicaciones de por qué se produce este fenómeno. Las dos más importantes son:

Hipótesis de la fluidez perceptiva: la repetida exposición a un estímulo hace que sea más familiar, lo que hace más fácil de procesar y ello llevaría a una respuesta más positiva. Aunque las personas no reconozcan conscientemente que un determinado estímulo se les ha presentado varias veces con anterioridad, eso no implica necesariamente que no sean conscientes de que dicho estímulo es más fácil de percibir y procesar. No obstante, para que esa facilitad mental influya sobre las actitudes, las personas tienen que considerar la fluidez como algo positivo.

Hipótesis de la familiaridad: la familiaridad reduce tanto la incertidumbre como la competición de respuestas que la nueva información genera, llevando directamente a una mayor preferencia. Es decir, las personas prefieren estímulos familiares antes que estímulos nuevos, independientemente de si la familiaridad se deriva de la presentación previa o de cualquier otra fuente. Es, en cierto modo, una especie de ahorro cognitivo, ya que reduce la necesidad de procesar información. De hecho, dándole la vuelta, parece también que los estímulos positivos también son percibidos como familiares.

Algunas matizaciones:
-         La exposición repetida a un estímulo sólo lleva a una mayor preferencia cuando los estímulos presentados son relativamente nuevos, y no se tiene una actitud previa clara hacia ellos, así como cuando la presentación de dichos estímulos es relativamente sutil (dando pie a los casos de presentaciones subliminales).
-         Cuando se tiene experiencia previa con los estímulos presentados, no se produce un efecto de mera exposición, sino un efecto que acentúa la respuesta original de la persona (es decir, si la canción que escuchas de pasada en la radio te parece horrenda, al volverla a escuchar te parecerá aún más horrenda).

La parte negativa de este fenómeno se encuentra en las respuestas precavidas que damos cuando algo nos es desconocido y que podría explicar los prejuicios automáticos e inconscientes que la gente siente a menudo cuando se encuentra con alguien que es diferente. Las respuestas de miedo o los prejuicios no siempre son respuestas estereotipadas y, de hecho, éstas pueden venir después como justificaciones ante este fenómeno. De hecho, niños de 3 meses prefieren mirar rostros de personas de su misma raza que de otras, lo que deja poco espacio a los estereotipos a tan corta edad.
Por otra parte, las campañas publicitarias y los políticos explotan este fenómeno. Por ello, no es extraño que prefiramos las marcas que más aparecen en los anuncios o, cuando desconocemos las propuestas de los políticos, votemos por el que nos parece más familiar.
¡Saludos!

Bibliografía:
Morales, J. F., Moya, M.C., Gaviria, E. y Cuadrado, I. (Coords.) (2007). Psicología Social. Madrid, McGraw-Hill (3ª ed).
Myers, D. G. (2012). Exploring social psychology. New York, McGraw-Hill (6ª ed).


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