Hoy os voy a hablar de un efecto, llamado
efecto de la mera exposición, que se puede catalogar tanto en
psicología social como en psicología de la emoción. En psicología social, se
incluye dentro de la formación de actitudes
(que se definen como el grado positivo o negativo con que las personas tienden
a juzgar cualquier aspecto de la realidad) basada
en información afectiva.
El efecto
de la mera exposición fue descrito de forma experimental en los años 60 por
Robert Zajonc, un psicólogo de la universidad de Stanford, que observó que se produce un aumento de la preferencia por
un estímulo tras la exposición repetida a dicho estímulo. Dicho de otro
modo, se pueden formar actitudes sin necesidad de emparejar unos estímulos con
otros, basta con presentar un estímulo repetidas veces para que acabe por
gustar, y esto sucede incluso cuando las personas no reconocen haberlo visto
con anterioridad.
Este efecto puede explicar, por ejemplo, como
al escuchar una canción en la radio, la primera vez no os dice mucho, pero que
tras sucesivas ocasiones en que la vuelven a poner, ésta os empieza a gustar
más y más.
Hay varias explicaciones de por qué se
produce este fenómeno. Las dos más
importantes son:
Hipótesis de la fluidez perceptiva: la repetida exposición a un estímulo
hace que sea más familiar, lo que hace más fácil de procesar y ello llevaría a
una respuesta más positiva. Aunque las personas no reconozcan conscientemente
que un determinado estímulo se les ha presentado varias veces con anterioridad,
eso no implica necesariamente que no sean conscientes de que dicho estímulo es
más fácil de percibir y procesar. No obstante, para que esa facilitad mental
influya sobre las actitudes, las personas tienen que considerar la fluidez como
algo positivo.
Hipótesis de la familiaridad: la familiaridad reduce tanto la
incertidumbre como la competición de respuestas que la nueva información
genera, llevando directamente a una mayor preferencia. Es decir, las personas
prefieren estímulos familiares antes que estímulos nuevos, independientemente
de si la familiaridad se deriva de la presentación previa o de cualquier otra
fuente. Es, en cierto modo, una especie de ahorro
cognitivo, ya que reduce la necesidad de procesar información. De hecho,
dándole la vuelta, parece también que los estímulos positivos también son percibidos
como familiares.
Algunas
matizaciones:
-
La
exposición repetida a un estímulo sólo lleva
a una mayor preferencia cuando los estímulos presentados son relativamente
nuevos, y no se tiene una actitud previa clara hacia ellos, así como cuando la
presentación de dichos estímulos es relativamente sutil (dando pie a los casos
de presentaciones subliminales).
-
Cuando
se tiene experiencia previa con los estímulos presentados, no se produce un
efecto de mera exposición, sino un efecto que acentúa la respuesta original de la persona (es decir, si la
canción que escuchas de pasada en la radio te parece horrenda, al volverla a
escuchar te parecerá aún más horrenda).
La parte
negativa de este fenómeno se encuentra en las respuestas precavidas que
damos cuando algo nos es desconocido y que podría explicar los prejuicios
automáticos e inconscientes que la gente siente a menudo cuando se encuentra
con alguien que es diferente. Las respuestas de miedo o los prejuicios no
siempre son respuestas estereotipadas y, de hecho, éstas pueden venir después
como justificaciones ante este fenómeno. De hecho, niños de 3 meses prefieren
mirar rostros de personas de su misma raza que de otras, lo que deja poco
espacio a los estereotipos a tan corta edad.
Por otra parte, las campañas publicitarias y los políticos explotan este fenómeno. Por
ello, no es extraño que prefiramos las marcas que más aparecen en los anuncios
o, cuando desconocemos las propuestas de los políticos, votemos por el que nos
parece más familiar.
¡Saludos!
Bibliografía:
Morales, J. F., Moya, M.C., Gaviria, E.
y Cuadrado, I. (Coords.) (2007). Psicología Social. Madrid, McGraw-Hill
(3ª ed).
Myers, D. G. (2012).
Exploring social psychology. New York, McGraw-Hill
(6ª ed).
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